Alexandra Serrano Flores / Redacción Facultad de Psicología-PUCE

🕑 13 de julio 2020 


En el siglo XX por primera vez en la historia las mujeres accedieron de forma masiva al trabajo remunerado y a la educación superior. Sin embargo, esta situación creó nuevos problemas anclados a los viejos patrones de la división sexual del trabajo que perduran hasta la actualidad y que establecen que el cuidado infantil es una tarea “propia” de las mujeres.

La investigación multidisciplinaria aborda los desafíos que enfrentan los estudiantes universitarios que trabajan y que además son padres y madres. La falta de políticas públicas es un factor determinante para perpetuar la desigualdad de género, según el estudio. Ilustración: Paola Tapia

La conciliación maternidad-trabajo pone en evidencia, por un lado, las fallas en la distribución igualitaria del trabajo de cuidado, que sigue sobrecargado en las mujeres y, por otro lado, la incompatibilidad de los sistemas de producción con las necesidades de sostenimiento de la vida humana. Esta situación tiene además una repercusión negativa en la salud mental de quienes realizan labores de cuidado. 

La problemática de la conciliación también se da en las universidades, con el agravante de que los y las estudiantes padres y madres deben enfrentar una triple conciliación: ser padres o madres, estudiar y trabajar. Debido a ello, algunos estudios han encontrado que la preocupación por la conciliación afecta el desempeño académico, económico, laboral, profesional y personal, entre otras consecuencias. 

Del mismo modo, otras investigaciones señalan que gran parte de esto tiene que ver con que la sobrecarga forzada de roles es una fuente permanente de estrés que afecta principalmente la salud física y mental de las estudiantes mujeres y se concluye que la falta de opciones para la conciliación constituyen una forma de discriminación por parte de las universidades. ¿Qué más implica esta triple presencia?

Desde 2018, en la PUCE, se ha venido desarrollando una investigación con enfoque de género que nos permite dimensionar esta situación. La investigación “Desafíos de la parentalidad en estudiantes universitarios de la PUCE” estudia este problema desde la psicología, el derecho, la gestión social y la educación y revela algunos puntos claves para comprender los desafíos de cubrir una triple jornada.  

¿Quién asume los cuidados de los hijos e hijas? 

Para el año 2018 el 6% (738) de los estudiantes de la PUCE-Quito señalaron ser padres o madres, de este grupo, el 67% son mujeres. De 143 estudiantes madres y padres encuestados, la investigación indica que la mayor parte de los embarazos no fueron  planificados y ocurrieron durante la adolescencia o mientras se cursaba la carrera universitaria. Esto implicó que los estudiantes, en particular las mujeres, establecieran sus redes de soporte económico, emocional y logístico en torno a su familia nuclear. Esta situación se da especialmente porque no conviven con el otro progenitor pues ellas asumen la custodia total del hijo

Así, encontramos que el 46% de las estudiantes dependen totalmente del ingreso de los padres para sustentar sus estudios, sus necesidades personales y el cuidado de sus hijos. Un 43% señaló que aunque tiene un ingreso personal también recibe apoyo de sus padres para pagos de la colegiatura, seguros médicos, planes telefónicos, vivienda y apoyo con el cuidado. En todos los casos, el aporte económico del otro progenitor es minoritario.  

Por su parte, para el 72% de los hombres el ingreso personal es su principal fuente económica. Sin embargo, los hombres también reciben apoyo familiar en la vivienda y pago de los estudios. Esta situación revela que los varones tienen mayor autonomía económica pese a su paternidad, por un lado porque la esfera laboral es su lugar “natural” y la paternidad no es un factor de discriminación laboral, como sí lo es para las mujeres. Además según la investigación, se espera que su participación en el cuidado de los hijos e hijas sea ocasional, mientras que la presencia de las madres se considera imprescindible. 

La delegación del cuidado de los menores, mientras estudian o trabajan, es otro ámbito en el cual las estudiantes dependen de sus padres. Según datos del estudio, el 50% de las madres accede a una guardería como principal alternativa de cuidado, el 29% al cuidado por familiares (generalmente sus padres) y solamente el 7% al padre del niño o niña. 

Es importante señalar que estas modalidades se combinan, ya que es necesario solventar los horarios vespertinos y nocturnos de clases que no están cubiertos por la guardería.  En cambio, los varones solamente recurren en un 15% de sus familiares para el cuidado. Esta diferencia entre géneros pone en evidencia la mayor dependencia que tienen las madres universitarias hacia sus familias de origen. 

Como consecuencia de ello, las mujeres experimentan chantajes emocionales, condicionamientos económicos y la limitación de espacios de recreación, descanso y socialización.  Además, la maternidad joven es vista como una “condena” y el cuidado de los hijos como un “castigo” que deben cumplir, lo que no sucede con la paternidad.  Dependiendo de la calidad de los vínculos, esta situación puede agravar las dificultades que las mujeres tienen para el cumplimiento de las tareas del desarrollo propias de la adultez temprana (autonomía emocional, económica y separación del hogar), resuelve la investigación.  

Por último, esta situación también permite la intromisión permanente de los abuelos en las decisiones sobre la crianza, creando situaciones confusas para los niños y desvalorizando el lugar de los padres. A todas estas situaciones se suma que, frente a la presión externa e interna por priorizar los roles de maternidad, el 52% de las estudiantes deciden suspender sus estudios y retrasar la graduación, prolongando así el período de dependencia de la familia de origen. Esta situación revela el nivel de implicación subjetiva con el cuidado de los hijos e hijas que tienen las mujeres, puesto que se sienten y son señaladas por el entorno como las “titulares” del cuidado y por lo tanto, responsables de garantizarlo con todos los recursos que tengan a la mano.

Estudiar, trabajar y cuidar, los desafíos de la triple jornada 

El término doble jornada se acuñó para enfatizar la acumulación de los roles domésticos y laborales sobre las mujeres de tal modo que no trabajan solamente durante la jornada remunerada sino también en casa. Es así que en Ecuador entre trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres trabajan en total 77 horas a la semana, según datos del INEC.  En el caso de las estudiantes universitarias, se suma una triple jornada, que es la de los estudios. 

En la muestra analizada, el 80% de las madres universitarias además de los estudios y el cuidado también realizan trabajo remunerado principalmente por cuenta propia. Según un informe regional sobre trabajo de la CEPAL, este tipo de trabajo es inestable y de bajos ingresos pero se elige porque la flexibilidad horaria facilita la conciliación. En contraste, el 88% de los hombres tiene trabajos en relación de dependencia a medio tiempo o tiempo completo, lo que les permite tener mayor estabilidad económica y desarrollarse profesionalmente mientras estudian. 

En lo que refiere a las actividades académicas, el 80,88 % de las mujeres y el 92% de los hombres les dedican menos de 5 horas diarias cuando el estándar mínimo para un estudiante universitario es de 9 horas diarias. A esto se debe agregar que las actividades de aprendizaje como talleres, trabajos grupales, prácticas, entre otros, son planificados para un estudiante a tiempo completo. Frente a esto, los y las estudiantes padres y madres se encuentran en una situación de clara desventaja para alcanzar logros académicos en las mismas condiciones que los estudiantes que no tienen hijos.

En lo que respecta al cuidado de los niños y niñas, el 70% de las mujeres dedica entre 1 y 6 horas diarias y el 23,48% más de 6 horas diarias, prácticamente una jornada laboral completa. Por su parte, solamente el 4% de los hombres dedica más de 6 horas diarias mientras que el 24% señala dedicar menos de una hora diaria a esta tarea. 

Esta evidencia nos permite afirmar que existe una sobrecarga de trabajo sobre los estudiantes que son padres y madres, pero principalmente sobre las mujeres.  Quienes viven esta triple jornada experimentan un permanente estrés que repercute en su salud mental a largo plazo, además de implicar menores posibilidades de completar su carrera profesional. Por último, la investigación advierte que las estudiantes que son madres tienen menores posibilidades de emplearse en trabajos de alta responsabilidad debido a la carga exclusiva del cuidado y a la discriminación laboral que sufren a consecuencia de ella.

El estudio concluye que la conciliación de la maternidad-paternidad y los estudios superiores es una cuestión invisibilizada a pesar de que la población universitaria constituye el grupo etáreo de mayor fecundidad. Esta situación afecta principalmente el desarrollo profesional y económico de las mujeres, así como también tiene un impacto negativo en su salud mental. Según la investigación, la ausencia de políticas universitarias apropiadas para garantizar la compatibilidad de la maternidad y los estudios es un factor que contribuye a perpetuar los patrones de desigualdad de género.