Gabriela Ochoa / Redacción Comciencia
🕑 19 de junio 2020
Investigadores y estudiantes de psicología y jurisprudencia de la PUCE publicaron los primeros lineamientos para prevención, control y reparación del castigo corporal en niños y niñas. Este estudio indagó sobre las causas y consecuencias del castigo corporal y reconoce además que en Ecuador es un “método disciplinario” bastante implantado. La idea con este trabajo es examinar cuáles son las actitudes y respuestas de la sociedad ante este problema y principalmente contribuir con información concreta para la toma de decisiones al respecto.
Estas son algunas premisas para dimensionar este problema:
Sobre castigo corporal
El castigo corporal ha sido entendido erróneamente como un correctivo disciplinario a lo largo del tiempo. Por ello, hasta ahora, muchos padres creen que ciertas “medidas correctivas” (que terminan siendo violentas) son útiles y necesarias en la crianza de sus hijos e hijas, pues lo estarían haciendo “por su propio bien”.
En algunos países tanto la ley como la sociedad rechazan estas prácticas, en otros, la situación es aceptada e incluso normalizada. Los profesionales que estudian este tema creen que es necesario una reforma legal que prohíba los castigos corporales. Según los expertos, las personas que son educadas de esta manera normalizan la violencia; creen que es “una forma aceptable de resolver conflictos”, explica la investigación. Como consecuencia de ello, después, cuando la persona crece, sobreentiende que una de las formas para conseguir lo que quieren es a través de prácticas violentas.
El mensaje es claro: existen formas positivas de criar y educar a niños y niñas, sin ningún tipo de violencia. Los académicos tienen claro que entender esto tomará tiempo, sin embargo, a través de estos estudios pretenden poner el tema sobre la mesa. Los objetivos son promulgar la prohibición total de los castigos corporales desde la ley, pues la gente cree que si la ley lo permite, está bien. Y después, en la práctica cotidiana y social, lograr eliminar los castigos corporales.
El problema del castigo corporal doméstico
Aparentemente, los castigos corporales causan dolor y no necesariamente alguna lesión, sin embargo tienen un impacto en la vida de los niños y niñas. Este tema ha sido poco abordado debido a que es concebido como un “aporte adecuado” en el crecimiento humano y ese sería el principal problema. Si bien en el país hay una prohibición a cualquier tipo de maltrato en escuelas y colegios, este no está prohibido en el hogar y es un tema que recién se podría estar considerando.
De la muestra evaluada en la investigación, de 114 casos en Guayaquil, Quito y el Puyo; 103 familias recurrieron a castigos corporales en la crianza de sus hijos, es decir el 90% de los encuestados. Correazos, golpes con alambres, ortiga, palos o varas, bofetadas, nalgadas, pellizcos y hasta trabajos forzados o baños de agua fría serían las principales formas en las que los padres “corrigen” a sus hijos. De todos ellos, las familias no supieron explicar los límites para la aplicación de uno u otro castigo. Pero, lo grave de la situación es que además del castigo físico, los especialistas lograron identificar chantajes emocionales o amenazas que implanta en los menores la incertidumbre de ganar o perder el amor de sus padres dependiendo de sus comportamientos.
Además, el equipo de investigación encontró que los hombres serían quienes más reciben estos “correctivos disciplinarios”; esto asociado a perspectivas de género que suponen rebeldía en los hombres y sumisión en las mujeres. Y hay un último detalle que explicaría el círculo vicioso que permite estas prácticas hasta estos días; y es que resulta que los padres que no recibieron castigos corporales en la niñez, no los aplican con sus hijos e hijas, por el contrario quienes sí fueron afectados con estas medidas, son quienes también las aplican en la crianza de los menores.
La discusión respecto de esta problemática es variada. Según la investigación, algunos autores consideran necesarias las medidas correctivas, pues, incluso en los adultos funciona de esa forma. El sustento es que si no hubiera un castigo no se respetaran las normas, comparándolo con el método de multas o sanciones que rigen el comportamiento adulto, por ejemplo. Por esta razón, el análisis de los expertos de la PUCE aborda no solo las repercusiones psicológicas, sino además la vulneración de los derechos humanos en los niños y niñas, a través de estas prácticas.
El adultocentrismo anula las voces de niños, niñas y adolescentes
El adultocentrismo es definido en el texto como un “sesgo ideológico que posiciona todas las características de lo adulto como modelo humano”, esto produce que todo lo que no se acerque al ideal “adulto” está siendo subordinado y desvalorizado.
Entonces, un componente fundamental para entender este problema es comprender que los comportamientos de los niños y niñas son juzgados desde la comprensión del mundo de los adultos. Con esto, se ignora y se descalifica los parámetros propios de la niñez y adolescencia y se valora aquellos comportamientos similares al ideal de expresión y acción de los adultos. Es entonces que el adultocentrismo es una noción cuestionable y que incide en este problema, según la investigación.
La prohibición del castigo corporal hacia niños y niñas y a través de políticas públicas sería una forma de valorizar y dar voz a lo que hasta ahora solo se entiende como una etapa para llegar a ser adulto. -¿Cómo desmontar estas estructuras de violencia basadas en el adultocentrismo?- Entendiendo a los niños y niñas como “sujetos de dignidad intrínsecamente propia, no sujeta a aprobación de los adultos”, explica la investigación.
Para ello, es necesario insistir en que los niños y niñas tienen la capacidad de expresar sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como la opción de exigir sus derechos fundamentales: “su capacidad de ejercicio y exigencia de derechos está condicionada a la voluntad de nadie”, aclara el texto.
Esta investigación fue publicada en el libro Crecer con Violencia: los castigos corporales dentro del hogar. Quienes participaron son conscientes de que el trabajo que queda por hacer es amplio pues tiene que ver con prácticas sociales y el correcto entendimiento de los derechos humanos en niños y niñas. A pesar de ello, este es un intento por asociar ambos ejes y contribuir con información verificada que permita intervenciones integrales y justas.